lunes

MERKELITAS por PAUL B. PRECIADO


El frío ha llegado a Atenas. Se abre paso entre los astilleros abandonados del puerto, sube la avenida Pireos y abraza la plaza Omonia, desciende desde las colinas de Lycabettus y Philoppapus y penetra en las calles de Exarchia. En Atenas, el frío actúa como un catalizador de la pobreza. Sin el sol que como un filtro de photoshop lo camuflaba todo, la ciudad aparece como un gigantesco y decrépito palimpsesto constituido por una interminable superposición de ruinas: ruinas líticas helenas, romanas, bizantinas y otomanas, fragmentos del imperialismo inglés y alemán, ruinas modernistas, restos de la revolución industrial, residuos de la era eléctrica, deshechos de la diáspora capitalista global, restos de coches carbonizados que dejan las bacanales de fuego a las que se libran los anarquistas… Sobre todos estos estratos se imponen las nuevas ruinas neoliberales que va dejando el derrumbe europeo. Frente a los edificios del Parlamento y de la Biblioteca Nacional, los perros vagabundos, como si fueran el alma helada de la ciudadanía, yacen inmóviles, enroscados sobre sí mismos. ¿A quién calienta la deuda griega?

viernes

REVOLUCIÓN por PAUL B. PRECIADO


La palabra “pride”, orgullo, tenía sentido en un contexto en el que la homosexualidad y la transexualidad eran consideradas como enfermedades mentales y estaban en muchos casos criminalizadas. Las minorías sexuales llevamos muchos años luchando por la descriminalización, la despatologización y el reconocimiento de los derechos fundamentales. Desde 1969 hemos entrado en un proceso al mismo tiempo de normalización e integración. En simultáneo, han ido apareciendo otras exclusiones, de clase, de raza, de discapacidad que están presentes incluso en contextos en los que la homosexualidad se ha ido progresivamente normalizando y en parte ha habido en los últimos años una reafirmación de las convenciones heteronormativas.

martes

LOS «FEMMINIÉLLE» FRENTE AL TIEMPO por ITZIAR ZIGA


Deseo tener otra vida para transitarla en Nápoles. Esa ciudad arrebatada que mira de frente al Vesubio, donde los coches siempre circulan como si les persiguiera la Policía. Allí me hablaron de los femminiélle, criaturas de género singular que habitan los barrios antiguos desde tiempos remotos. Se nombran a sí mismos y son nombrados en masculino, aunque su feminidad estética es manifiesta. Se casan de blanco al atardecer ante una iglesia y a los nueve meses, escenifican el alumbramiento de un bebé. Los femminiélle son respetados y queridos por la comunidad.
Se considera que atraen la buena suerte, es costumbre dejar en sus brazos a los recién nacidos para que bendigan sus vidas. Y junto con las mujeres organizan una tómbola popular en la que jamás participan varones y donde un femminello suele ser maestra de ceremonias, teatralizando cada número que sale con la metáfora de su significado según una cábala napolitana de origen desconocido llamada smorfia y que sirve también para interpretar los sueños. Cada madrugada del 2 de febrero, los femminiélle salen en romería hacia el santuario de Montevergine, donde antaño existió un templo consagrado a Cibeles, la Madre Tierra. El culto antiguo a esta gran diosa era profesado por hombres que se castraban ritualmente y se travestían. En otras peregrinaciones a Montevirgine, es un femminello quien guía a la multitud. Como en tantas culturas anteriores o supervivientes a la imposición del monoteísmo patriarcal y del capitalismo, aquellos seres que gravitan entre lo masculino y lo femenino cumplen esa función sagrada de mediar con el más allá y con el destino. Ayudan a la comunidad a canalizar la angustia ante lo incontrolable de la existencia humana.
No son ni hombres ni mujeres, ni travestis ni transexuales: son femminiélle. Pero su pervivencia en el siglo XXI nos recuerda que el rígido y doloroso binarismo de género no sólo es superable, sino también recuperable. Y que cuanto más preservemos las singularidades hermosas de nuestras culturas, menos indefensas estaremos ante la dominación.


Artículo compartido del diario Gara

jueves

AGORAFILIA por PAUL B. PRECIADO


He experimentado en mi vida cuatro tipos de pasión amorosa. La que suscita un humano, la provocada por un animal, la generada por una fabricación histórica espiritual (libro, obra de arte, música, incluso institución…) y la que desata una ciudad. Me he enamorado de un puñado de humanos, de cinco animales, de una centena de libros y obras, de un museo y de tres ciudades. La relación entre felicidad y enamoramiento en el caso de las ciudades, como en el de los humanos, animales o incluso dispositivos espirituales, no es directamente proporcional. Es posible ser feliz en una ciudad, como es posible entablar una relación por lo demás satisfactoria con alguien (animal o humano), o establecer un vínculo instrumental o pedagógico con una obra, de la que no se está enamorado. No es el origen, ni el tiempo transcurrido, ni la residencia lo que determina la posibilidad de un enamoramiento urbano.

martes

Entrevista a SEJO CARRASCOSA por EDUARDO NABAL



Hola Sejo. Para empezar una pregunta un poco simple 1 de Diciembre del 2015. ¿Algo que celebrar? 
Sejo Carrascosa: No creo que se trate de celebrar nada, creo que es más bien una fecha para el recuerdo y la concienciación. Para recordar que siguen habiendo millones de personas que no tienen acceso a los tratamientos antirretrovirales con lo que desarrollaran mas tarde o mas temprano SIDA y les conducirá a la muerte, además de que se seguirán produciendo transmisiones, ya que en la actualidad se ha demostrado que con un uso adecuado de los fármacos el virus pierde su potencia de infección.